Fabian Fukan es sin duda una de las figuras más interesantes dentro de la interacción religiosa entre misioneros cristianos y japoneses durante el conocido como Siglo Cristiano (1540-1630). Las peculiaridades de este japonés convertido al cristianismo derivan sobre todo de su manera de entender el cristianismo, así como las acciones que llevó a cabo a lo largo de su vida: criado con formación budista y con grandes conocimientos de budismo, confucianismo y sintoísmo, Fabian decidió unirse a la orden de los jesuitas en el año 1586.
Es probable que se uniera a algún seminario de la zona de Nagasaki, cada vez más numerosos tras la intervención del jesuita italiano Alessandro Valignano que había llegado a Japón años antes, en 1579, y establecido unas nuevas bases (que se empezarían a aplicar a partir de 1580) para la evangelización y el desarrollo de la actividad cristiana en la zona: en sus textos I Ceremoniale Per I Missionari Del Giappone y Catechismus Christianae Fidei enfatiza la importancia de los nativos japoneses para transmitir mejor el mensaje jesuita y dar respuesta a las conversiones en masa que estaban teniendo lugar en la zona de Kyūshū. Además, es él quien establece nuevas divisiones para los conversos japoneses que podían ser kanbō, colaborando con los jesuitas, o dōjuku, catequistas que se preparaban para ser irmãos.
En este contexto entra Fabian en la orden y su presencia aparece claramente documentada en el año 1592, seis años más tarde de entrar en la orden, en el Colegio Jesuita de Amakusa, listado como irmão residente. Se le denomina un escolástico japonés en teología y otros estudios, maestro de la lengua japonesa y se menciona que tiene ciertos conocimientos de latín. Este es también el año en que la importancia de Fukan empieza a hacerse notar: escribe una versión del Heikemonogatari en japonés simplificado. Esta versión, aunque no es brillantemente elocuente, algo por lo que será criticado, se trata de un ejemplo perfecto del japonés de Momoyama y sirve su propósito: ayudar a los misioneros europeos a entender mejor la cultura e historia japonesa. Además del Heikemonogatari, se incluyen también un conjunto de máximas de Confucio, el Qincuxu, y una traducción de fábulas de Esopo (Esopo no Fabulas) —estas dos últimas probablemente adaptadas junto al Irmão Cosme Takai. Las máximas de Confucio se cree que fueron elegidas para ayudar a los misioneros europeos a tener conciencia de dichos y cultura del Japón de la época mientras que las fábulas de Esopo se eligieron por su formato de historias cortas con enseñanzas morales que podrían transmitirse a los seminaristas japoneses.
Su obra culmen durante su periodo con los jesuitas, sin embargo, será el diálogo conocido como Myōtei Mondo (1605), dividido en tres volúmenes en el que se refuta el budismo, se muestra que ni el confucianismo ni el sintoísmo se encuentran al nivel de la religión cristiana, y, finalmente, se establece la veracidad del cristianismo frente al resto. En este periodo se reportan también discusiones intelectuales con Hayashi Razan y el monje Hakuo Koji: en particular la discusión con Hakuo Koji aparece documentada dentro del género del Kirishitan Monogatari , por lo que es bastante probable que se trate de una construcción posterior para desprestigiar la figura del cristianismo poniendo a Fukan como ejemplo de los odiados cristianos.
Sin embargo, sus debates con el neo-confucianista Razan, figura de gran importancia en los primeros años del Shogunato Tokugawa, están mucho más documentados. Aquí se ve la defensa pública que hizo Fukan de la religión cristiana, así como un gran dominio no solo del cristianismo sino también del confucianismo, siendo capaz de mantener sus ideas frente a una figura tan notable como Razan, asesor de tres shogunes Tokugawa. Probablemente sean estos debates, así como su obra de Myōtei Mondo lo que le harían perdurar en la memoria histórica como gran abanderado del cristianismo del Siglo Cristiano japonés. Es también por esto que su posterior apostasía parece tan sorprendente.
La última vez que Fabian Fukan aparece de manera favorable en un registro jesuita es en el año 1607; en 1616 volverá a ser mencionado en cartas en las que se discute su apostasía. Las razones para dejar el cristianismo no son totalmente claras pero su abandono de la religión en un momento en el que todavía no había sido permanentemente prohibida por el shogunato hace pensar que fue una decisión totalmente voluntaria, premeditada y no forzada por las circunstancias. Sobre todo, se listan las siguientes razones: desencanto con los dogmas y obligaciones católicas que no acababan de ser entendidas por los japoneses (como no poder formar una familia o vivir de manera extremadamente aislada en el monasterio), la actuación condescendiente de los padres jesuitas europeos con los irmãos japoneses y su imposibilidad de ser nombrado cura precisamente por esa negativa europea de aceptar japoneses entre los padres.
En esta tesitura, Fabian Fukan escribirá su segunda gran obra, paradójicamente totalmente opuesta a la primera: en contra de Myōtei Mondo, Fukan escribirá en 1620 Ha Daiusu, Destruyendo a Dios. Esta obra, ha sido descrita por críticos tanto como una obra vengativa y dañina, como la única manera de presentar la doctrina católica en un periodo en el que ya había sido prohibida. La verdad probablemente se encuentre en un punto intermedio: Ha Daiusu se presenta como una oposición directa a los planteamientos de Myōtei Mondo, fruto del desencanto de Fukan con una religión por la que había dado tanto y que tan poco le había devuelto. Asimismo, al publicar esta obra Fukan se aseguraba de protegerse de las persecuciones cristianas promovidas por el shogun Ieyasu: el cristianismo se prohíbe en Japón en 1614 y una figura como la de Fukan habría atraído sin duda la atención del Shogunato.
De cualquier manera, es interesante cómo la figura de Fukan pervivió como un personaje infame tanto para los cristianos, escribiendo una obra en contra de todas sus creencias, como para los seguidores del Shogunato, convirtiéndose en ejemplo de los malvados católicos a los que se había expulsado.
Nerea Villalta Barroso
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