La imagen que tenemos de Japón durante el comienzo de la Edad Moderna se encuentra fuertemente influenciada por la implementación del ‘Sakoku’, que inició Tokugawa Ieyasu durante su shogunato. Consistía en la prohibición de comunicaciones y relaciones con los países extranjeros, en particular los europeos.
La visión del país nipón como «el país en cadenas» proviene de la traducción de un erudito japonés de un texto de Kaempfer que se distribuyó en privado hasta los 1850 y muestra un sentimiento reflejado en otras obras literarias japonesas. Pero realmente surgió de la concepción europea errónea de la reconfiguración de las relaciones con el extranjero que se dan en este momento, asegurando el mayor beneficio para el shogunato. Este sentimiento se origina en la gestión de las relaciones con los daimyos, ya que en 1615, se distribuyó el ‘Buke shohatto’, un código de conducta que encorsetó su independencia. También ayudó que, en 1635, se prohibiesen los viajes al extranjero y el regreso al país de cualquier japonés bajo pena de muerte.
Antecedentes históricos
El Japón medieval se caracteriza por ser una época de guerra. Hacia el final de este y comienzo de la siguiente etapa se da el ‘Sengoku jidai’ (1467 - 1615), conocido como el ‘periodo de los estados en guerra’. En este momento sobresalen tres nombres: Oda Nobunaga (1534-1582), Toyotomi Hideyoshi (1537-1598) y Tokugawa Ieyasu (1543-1616), que impusieron su dominancia en sus respectivos territorios aún bajo el mandato del shogún. El último, tras su victoria en Sekigahara (1600) consiguió fijar su poder y se convirtió en shogun.
Tokugawa Ieyasu estableció un sistema pacífico y burocrático pero no unificado en su totalidad, con una compleja administración que sus descendientes heredaron. Se considera por ser un periodo de paz interna y estabilidad política.
El periodo Edo termina con la llegada del escuadrón americano dirigido por Mathew C. Perry en 1853, que ejerció la presión suficiente para que el shogunato firmase el tratado que pondría fin a la política de aislamiento y dando paso a la ‘Restauración Meiji’.
Relaciones con el exterior
La interacción que el país nipón mantuvo con Corea y China contrasta con la distancia y restricción que tomó hacia las potencias europeas, a las que expulsó de sus fronteras con excepción de la holandesa. Dicho rechazo fue alimentado en gran parte por las misiones cristianas que intentaron desarrollar los españoles y portugueses. Pero Holanda mantuvo una relación estrictamente comercial que les permitió mantener un asentamiento en la isla de Deshima. Aún así, los holandeses sufrieron humillaciones por parte de las autoridades que, en palabras del capitán ruso Krusen, eran “bárbaras y bochornosas”.
En lo que respecta a las potencias asiáticas, los intercambios con China se mantuvieron tributarios y esencialmente comerciales, sin relaciones diplomáticas oficiales. Con Corea sí establecieron estas últimas al mismo tiempo que las mercantiles.
Desafiando la perspectiva «encadenada»
Por mucha rigidez que se le atribuya, en la mayoría de ocasiones con razón. El shogunato Tokugawa desarrolló el Rangaku o “aprendizaje occidental”. A través de sus relaciones con Holanda y eruditos como el alemán Kaempfer se acercó al conocimiento europeo. Este intercambio de información y mercancía se ayudó, además, de la piratería propia de esta etapa. Pese a la consideración que invadió el momento posterior a la Segunda Guerra Mundial de haber hecho una mala elección al escoger Holanda como única vía comunicativa con el oeste, Japón consiguió fuertes lazos tanto con China y Corea como con los europeos y estos han dado lugar al país que conocemos hoy y que recibe tantísimos turistas del mundo entero.
Ana Novoa Jerez
Bibliografía
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